domingo, 12 de enero de 2014

A caballo regalado...

Bienvenidos una semana más a En el drama de mi vida. Siento mi ausencia la semana pasada, la cual avisé en las redes sociales para los que me tengáis en ellas, pero es que decidí tomarme unas merecidísimas vacaciones. Me hace mucha gracia cuando leo esta frase en la prensa tipo: "la elegantísima -añadir nombre aquí- (cuya única ocupación en esta vida es haber dado un braguetazo, ser hija de o simplemente ser mona y declararse actriz, presentadora y modelo) ha pasado el fin de año en un pedazo de hotel en una playa que te mueres para tomarse unas merecidísimas vacaciones. ¿Merecidísimas de qué?
En fin que me desvío del camino, como os iba contando en estos días he desconectado de mis penas pero no he perdido el tiempo y he acogido temporalmente a un pez en mi pisito, me he quemado un brazo cocinando, he muerto en otra carrera (parece que me ha dado fuerte con lo de correr) y he dormido todo lo posible y más. También he aprendido a que el próximo año me tengo que negar rotundamente a tomarme vacaciones en Navidad, ¿sabéis lo a gusto que se trabaja en esos días? Es mucho mejor esperar a después de reyes, así aprovechas las rebajas como se merecen.
Pero no me puedo quejar porque tanto Papá Noel como los Reyes Magos (yo no le hago ascos a nadie que me quiera traer regalos) se han portado genial conmigo porque he debido ser buenísima en 2013. Por cierto, para el próximo año en vez de mandar la típica carta utilizaré el siguiente formulario que es más práctico.
¿Verdad?

Y hablando de regalos nunca entenderé, y me negaré el resto de mi vida a comprender semejante atrocidad, lo que yo denomino un regalo-cutre-que-te-mueres-y-que-para-eso-no-regales-nada. Me explicaré porque en mi cabeza todo tiene sentido pero vosotros tenéis cara de no estar entendiendo nada. Todos hemos vivido la siguiente situación (y el que diga que no es que aún no lo tiene superado y sigue en el estado de negación) en la que recibes un regalo, lo abres y...
¡Y encima tienes que dar las gracias! Cuando lo único que te apetece en ese momento es gritar a quien te ha regalado esa basura y preguntarle para qué mierda demonios quieres un jarrón dorado que parece sacado del Palacio Imperial de Japón cuando ni te gusta y encima has decorado todo tu hogar de Ikea. Y que si quería regalarte eso que al menos hubiera elegido el tamaño de bolsillo porque ese pedazo de chisme no cabe ni en lo más profundo del trastero, que es a donde va a ir a parar en cuanto te largues de allí. ¿En qué cojones mierda narices estabas pensando cuando eso te pareció el regalo ideal para mi? ¿En qué? Si tuviste narices para aparecer con semejante horterada ten el valor de responder a mi pregunta, ¡imbécil!
Pero no, contienes toda tu ira y sonríes
En estos casos yo no sé bien cómo actuar, mi mente piensa "¡qué cosa más horrorosa!" pero mi boca debe balbucear algo similar a "¡oh gracias, me encanta!" y como no se me da muy bien disimular por lo general entro en un bloqueo de varios segundos en los que simplemente miro con cara de pánico lo que acabo de desenvolver mientras pienso quién será el próximo a quien le voy a endosar esto.

Otra cosa que no entiendo ni entenderé jamás, si en vez de un jarrón dorado es... Por ejemplo un vestido de Agatha Ruiz de la Prada cuando tu siempre has sido de Mango, Zara y similares. ¿Por qué encima te hacen pasar por la humillación de probártelo y pasearte con él para que todo el mundo vea lo horriblemente ridícula que te hace?
Y si en ese desfile improvisado la gente se ríe de ti ¿cuál era el motivo de ese regalo? ¿Ridiculizar? Pues nada, habrá que tomar nota para la próxima vez y así nos reímos todos. Yo tengo una especie de "lista negra mental" en las que voy apuntando quién me ha hecho un regalo-cutre-que-te-mueres-y-que-para-eso-no-regales-nada de forma reiterada (un desliz lo tiene cualquiera así que si es sólo una vez lo paso) para tener como modelo si alguna vez ese ser tiene la desgracia de que yo tenga que comprarle algo
Estos dos ejemplos prometo que son 100% reales y también os digo que tengo para escribir unas 10 entradas más, pero lo voy a dejar porque me pongo mala sólo de recordarlo.

Puedo entender que tengas que comprar regalos y por una cosa u otra se te vaya el santo al cielo, no sepas qué le puede gustar al "regalado" o simplemente que a ti te pueda encantar una cosa que a otro le parezca el horror más enorme del mundo. En el último caso lo perdono ya que quién compra lo hace con su mejor intención, pero ¿qué hay de quién te regala un albornoz que encima destiñe y es para que te seques tú con otras 50 personas más de lo grande que te queda y encima se mofa de que te ha regalado una jodida maldita toalla para el baño?
¿Veis como era mejor parar? Si os encontráis en el compromiso de regalar a alguien, no tenéis ni la más remota idea de qué compras y estáis a punto de caer en un presente de este tipo os pido que reflexionéis por unos momentos. ¿Lo que yo suelo hacer? Comprar algo en una tienda que sé que tienen mil cosas más y adjuntar siempre el ticket regalo, que para algo los han inventado ¡leñe!.
Antes de marcharme, y cambiando radicalmente de tema, quisiera compartir con vosotros una foto que me pasó hace poco un amigo y que, a pesar de tener un tono infantil, me ha hecho reflexionar sobre si en nuestro día a día nos centramos más en vivir en el pasado o futuro que en el presente que es lo único que tenemos realmente en nuestra mano. En numerosas ocasiones se nos nubla la mente recordando momentos de antaño, recuerdos que nos hacen sufrir porque nos gustaría revivirlos o porque nos hubiera encantado que jamás hubieran pasado, o nos preocupamos por hipotéticas situaciones futuras que muchas veces se quedan en eso... Así que he decidido ponerlo en práctica y disfrutar cada día como si fuera el más importante de mi vida ¿Qué os parece?
Ahora si, nos vemos la próxima semana ¡Gracias por leerme!

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